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XX Convención Juvenil

miércoles, mayo 24, 2006

Una palabra poderosa: DISPOSICIÓN.


¿Cuántas veces has escuchado el dicho que dice que “todo tiempo pasado fue mejor”? Yo lo he escuchado miles de veces, y no sólo en la Iglesia. Es que, como dijo alguien por ahí: “nuestra esencia está en lo que fuimos”. Amamos el pasado. Pero no cualquier pasado. Amamos el pasado en el que vivimos, trabajamos o hicimos cosas “importantes”.

Muchos hermanos se me han acercado y me han dicho que “Nada es como antes, mijito. Viera usted las reuniones de antes, y las misiones, ¡qué hermosas!”. Este diálogo imaginario, puede tener muchas variantes, pero en el fondo no cambia. Y, aunque ustedes no lo crean, esto no es una condenación. Menos, una burla. Muy por el contrario, probablemente, si el Señor no viene antes, en unos veinte años más, me encuentre diciéndole a los jóvenes “Mijito, nada es como antes…”. Es que el pasado, más aún, el pasado de gozo, triunfo, inclusive el de las derrotas, tiene un valor incalculable. Los recuerdos del ayer, nos conmueven, nos emocionan. Como dijera uno de mis profesores en el Instituto Bíblico, “quien vive del pasado es tuerto, pero quien no recuerda su pasado es ciego”.

Pero, queridos lectores, pese a todo lo anterior, no podemos vivir del pasado. La vida también es presente, y aunque sea incierto, la vida también es futuro. Los hechos de la historia son irrepetibles, únicos. Aunque un hecho tenga las mismas connotaciones, parezca tener los mismos resultados e implicancias, siempre, siempre habrán factores que hagan de ese hecho algo único.

Lo negativo no es recordar el pasado. Sería terriblemente contraproducente, e inconsistente de mí parte decir eso. Como futuro historiador, entiendo que uno de los principales derechos ciudadanos, es el derecho de la recordación, el derecho de la memoria. Pero esa memoria nos debiera servir, en palabras del historiador Gabriel Salazar, hacernos “recordar el pasado, criticar el presente e imaginar el futuro”. La memoria es un ente, con resultados tremendamente positivos, cuando es una memoria para la acción. Cuando motiva a seguir trabajando y no sentarse confiado en los “laureles” ajenos.

He escuchado en varios jóvenes y señoritas el anhelo de que se repita lo mismo que ha sucedido en otros eventos y actividades. En mí recuerdo brotan, rápida y sediciosamente, las imágenes de varias actividades. Cuando yo entré al Directorio del Departamento Juvenil, el año 2001, nuestra organización estaba en una crisis profunda. Teníamos una división interna, que no era curada con nada. Nos juntábamos en nuestras reuniones de Directorio, que se transformaban en un ritual largo y tedioso, ya que, no podíamos tomar ningún acuerdo. Vivimos momentos difíciles. Veíamos como la juventud dejaba de participar, inclusive miembros del Directorio renunciaban a sus cargos. El Departamento se desmoronaba frente a nosotros pedazo a pedazo. Pero vino un Campamento de Jóvenes, que nos hizo mirarnos las caras, compartir por toda una semana, no exenta de complicaciones, y sentar las bases de la tan preciada unidad. Vino la Convención Juvenil en Putaendo, lugar en el que después de mucho tiempo, tuvimos más de 60 jóvenes congregados entre nosotros. Vino Parral, donde como Departamento, fuimos restaurados, “sanados” por la obra del Espíritu Santo. Vino Machalí, que renovó nuestra alabanza y nos dio las señas del principio de un gran avivamiento. Y así en adelante, en nuestros eventos hemos visto como la poderosa mano de Dios ha estado con nosotros, vindicando nuestra causa, fortaleciéndonos, y haciéndonos más que vencedores.

Pero nada de eso, y lo digo con mucho gozo en mí corazón, se repetirá. Dios es un Dios Innovador. “El es el mismo, de ayer, y de hoy y por los siglos”. Pero sus obras son vivas, y cambian, según Su voluntad y Providencia, conforme a las necesidades del ser humano.

Creo que todos, en más de alguna ocasión, hemos escuchado del Avivamiento de 1909. Algunos incluso lo han puesto como el molde, el ejemplo ha seguir, o la meta a alcanzar. Pero la idea fuerza, que sostiene este mensaje, ya la había tenido el Pastor Hoover, cuando oraba al Señor diciendo: “Señor, danos otro avivamiento como aquel que nos diste, si fuera posible, sin los errores y las extravagancias que lo acompañaban; pero en todo caso danos otro avivamiento”. Nuestra primera intención debe ser mejorar, perfeccionarnos, cambiar para bien. Tal como las fuerzas sociales son dinámicas, nosotros debemos innovar.

¿Qué es lo que nos queda por delante? Sólo DISPONERNOS. ¿Disponernos a qué? Disponernos a mejorar, a crecer, a perfeccionarnos, a aprender. Disponernos a cambiar, aunque de repente sea doloroso para nosotros, viejos métodos que no dan resultados. J.I. Packer ha dicho que “somos víctimas y beneficiarios de nuestras propias tradiciones”. El peso de la tradición no nos puede, no nos debe, estancar. Pero, por sobre todas las cosas, disponernos a servir de corazón, y que todo lo que hagamos para Dios y su obra sea el fruto vivo de la excelencia. Sólo así, seremos testigos de la gloria de Dios. Esto nos hará ser beneficiarios de una fresca y renovadora llenura del Espíritu Santo. Todo esto, es porque “no somos de los que retroceden, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Hebreos 10:39).

Luis Pino Moyano.

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