Nos cambiamos de casa...

Les invitamos a visitar nuestro nuevo blog...

Para hacerlo pinchen aquí.

(El sitio http://departamentojuvenil.blogspot.com estará operativo hasta abril de 2010).

XX Convención Juvenil

martes, octubre 24, 2006

EUTANASIA: DERECHO A VIVIR, DERECHO A MORIR


Por Pablo Hoff.

La eutanasia ya ha llegado a ser un tema candente en muchos países. En el primer año del nuevo milenio, Holanda sorprendió al mundo legalizando el suicidio asistido. Por otra parte, la mayor parte de las legislaciones de Europa y de nuestro hemisferio todavía no reconocen la eutanasia.

En mayo de 2002, los jueces del Tribunal Europeo de Derechos Humanos rechazaron el pedido de Diane Pretty, británica de 43 años que está parapléjica, de poner fin a su vida con la ayuda de su esposo. “El derecho a la vida”, afirman, los magistrados, “no supone el derecho a la muerte”. No obstante la oposición actual, hay presión y debate al respecto en muchos lugares del que se llama el occidente desarrollado. Esta forma de terminar la vida tarde o temprano puede ser permitida en varios países, incluso algunos de América Latina.

Lo Que Es

1. La definición. El término Eutanasia proviene del griego en que significa “bueno” y thanos, muerte. Con estas dos ideas se pretende proyectar un concepto de “buena muerte” o “muerte dulce”; es decir; una muerte tranquila, sin dolor ni sufrimiento; actualmente se refiere a una “muerte calmada y fácil” que se procura con el fin de abreviar los sufrimientos en el período agónico o sea en situaciones de una muerte inevitable. Abarca la noción de acelerar la muerte.

2. La clasificación de las formas de eutanasia. Se categoriza de cuatro maneras: activa, pasiva, voluntaria e involuntaria

a) La pasiva consiste en dejar fallecer a un moribundo, por renunciar a las medidas que le prolongan la vida. Significa la omisión o interrupción del tratamiento, ya sea instrumental, médico, hemodialítico u otros. El facultativo está consciente de que la suspensión del tratamiento acelera la muerte del paciente. Por ejemplo, un señor se acerca al médico y le dice: “Doctor, si mi padre no se va a salvar de ninguna manera, por favor, no siga con tratamientos que sólo le prolongarán el sufrimiento”.

b) La eutanasia activa. Es cuando una persona, generalmente el médico, tiene la intención del causar la muerte al paciente que sufre mucho y se cree es inminente su fallecimiento. Entre los métodos más practicados está la aplicación de una sobredosis de morfina.

c) La eutanasia voluntaria e involuntaria. Se considera eutanasia voluntaria cuando la solicita el propio enfermo. Se le dice involuntaria cuando la decisión la toman terceros. En este caso mayormente son familiares, o el propio médico, o la política no declarada de la institución médica que atiende al moribundo. En conclusión, hay cuatro clases de eutanasia: pasiva voluntaria y pasiva involuntaria, activa voluntaria y activa involuntaria. Se llama el suicidio asistido cuando el paciente quiere terminar su vida y pide la intervención del médico para llevarlo a cabo, o cuando el médico mismo le propone al paciente: “Por razones legales no puedo practicarte la eutanasia, pero si tú prefieres morir en vez de seguir sufriendo, puedo prepararte la inyección y te la das tu mismo”.

Los Argumentos A Favor

1. El argumento humanitario. Los proponentes de la eutanasia esgriman su ilustración favorita: “Si vemos a un perro o a un caballo sufriendo sin esperanza de curarse, lo matamos por piedad. ¿Por qué no tener misericordia de un ser humano?”

2. El argumento práctico. En una sociedad materialista la vida vale cuando se goza plenamente; todo valor es absurdo, y si no se lo puede alejar, vale la pena terminar con la vida; será una liberación reivindicada.

Consecuentemente la sociedad materialista, individualista, eficientista, desvaloriza al que no tiene esta plenitud, el inhábil, el improductivo, los ancianos, los enfermos, los lisiados. Con el aumento rápido de la cantidad de ancianos, en la sociedad moderna, es probable que la eutanasia sea un tema más popular.

3. El argumento sobre la dignidad del ser humano. Cada persona tiene el derecho a disponer de la propia vida, derecho a una muerte digna o morir con dignidad. Se señala que dolores insoportables, estado terminal o irreversible, senilidad avanzada, situación de grave postración física o psíquica, hacen que una vida deje de ser digna.

Según esta noción, no se puede mantener forzosamente a un individuo en una vida indigna y mucho menos, prolongar una agonía dolorosa para él o la angustia para sus familiares, porque tal cosa significaría una muerte indigna. Por esta razón, existiría entonces el derecho de que la persona sea auxiliada por un tercero, a fin de terminar con esa vida indigna, salvaguardando así la dignidad de su tránsito hacia la muerte, todo ello por razones piadosas.

4. La eutanasia no es realmente suicidio. El suicidio consiste en desear una muerte que supuestamente no sucedería pronto, y la suicida podría llevar una vida útil en el futuro. En cambio, la eutanasia sólo acelera el término de una vida ya inútil y que ésta ya para acabarse; meramente altera las circunstancias y el momento de la muerte.

5. Dios ha decretado que todo hombre muera (Heb. 9:27). Puesto que la muerte es inevitable y tarde o temprano uno tiene que morir, la compasión aboga por permitirle hacer la prematuramente en ciertos casos extremos, especialmente cuando el paciente ha declarado que ésa sea su voluntad. El uso de un “testamento vivo” en que el paciente expresa este deseo puede servir cuando ése ya no puede comunicarse con sus seres amados.

6. Hay situaciones en que la eutanasia pasiva es justificable. El progreso de la ciencia médica es tal que puede llevar al extremo de prolongar la vida en forma artificial, aun sin esperanza ninguna de recuperación. En otros casos, el costo del tratamiento del moribundo es tan grande que empobrece a los familiares.

En estas circunstancias, pocos entendidos en la materia se oponen a suspender las medidas que prolongarían la vida del paciente. Al igual se considera justificable desconectar el aparato de respiración artificial con la intención de acelerar la muerte cuando es un paciente cuyo cerebro está muerto y no produce ondas cerebrales, ya está muerto antes de que esta acción se realizara.

Consideraciones humanitarias pueden justificar la eutanasia pasiva en ciertas situaciones pero por regla general es necesario que el paciente la desee. Este paso, sin embargo, presenta un peligro desde el punto de vista cristiano. Si el paciente no es creyente, su muerte termina toda oportunidad de aceptar a Cristo. La condición habitualmente exigida por la ética es la de mantener consciente al enfermo para que afronte humana y cristianamente sus últimos momentos y puede cumplir sus obligaciones morales, religiosas y familiares.

Los Argumentos Contrarios

Los opositores de la eutanasia presentan argumentos muy convincentes contra esta práctica.

1. La soberanía de Dios y el aspecto sagrado de la vida. La vida es un regalo de Dios; es bueno y debe ser conservada en lo posible. Dios es el que da la vida y debe ser el que la quita; no debemos interferir con el plan divino acelerando la muerte o activamente quitando la vida. “Hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: un tiempo para nacer, y un tiempo para morir" (Ec. 3:1b-2). El problema con este argumento es que excluiría toda asistencia médica, hasta el primer auxilio pues esto puede ser interpretada como interferencia con la inevitabilidad de la muerte.

2. Es engañoso el argumento de que la dignidad humana justifica el dar al individuo el derecho a una muerte digna. Frases como derecho a disponer de la propia vida, derecho a una muerte digna, ocultan los verdaderos conceptos que están en juego: suicidio y cooperación homicida con el suicida.

Paulina Villagrán, oficial y portavoz de la organización Chile Unido, observa sobre la eutanasia:

Para justificar este acto se recurre a la dignidad del ser humano, planteándose que ella no alcanza tan sólo a su vida , sino que también se proyecta sobre el momento de su muerte, cosa que es absolutamente efectiva. Por consiguiente —y es allí donde está el giro intencionado—, no se puede mantener forzadamente a un individuo en una vida indigna y, mucho menos, prolongar una agonía dolorosa para él o para sus familiares, porque tal cosa significaría una muerte indigna. Por esta razón, existiría entonces el derecho a que la persona sea auxiliada por un tercero, a fin de terminar con esa vida indigna, salvaguardando así la dignidad de su tránsito hacia la muerte, todo ello por razones piadosas.

Siendo efectivo que la dignidad del hombre es precisamente el fundamento del respeto que ha de tenerse por su vida y también por el momento de su muerte, esa misma dignidad es la que constituye un impedimento para hacer de la vida humana un objeto patrimonial o un elemento sobre el cual el mismo individuo o los otros tengan disponibilidad. Por ello, resulta falaz pretender utilizar la dignidad como argumento para acelerar o infligir la muerte a una persona y, más aún, confundir el concepto de eutanasia con el de muerte digna, que se refiere al no uso o suspensión de aquellos tratamientos terapéuticos concurrentes (clínicos, quirúrgicos, reanimadores), en los que se echa mano de medios excepcionales —por ejemplo, las modernas técnicas de reanimación— cuando se reconoce que resultan a la vez inútiles y gravosos. “Eutanasia y Dignidad Humana”, La Segunda (diario chileno), Abril 27,2001.

La argumentación de la dignidad humana continúa aun más allá, dándosele a la vida del paciente un valor de acuerdo a criterios objetivos. Es así como dolores insoportables, estado terminal o irreversible, senilidad avanzada, situación de grave postración física o psíquica, hacen que una vida deje de ser digna. Sin duda que la medicina debe hacer todo lo posible por el bienestar físico y psíquico del paciente, particularmente auxiliarlo para que no sufra frente a la enfermedad, la invalidez o la muerte, con todos los medios que haya al alcance de la ciencia, pero ello no significa que el dolor o el sufrimiento constituyan una indignidad y menos un pase para la muerte.

La fe cristiana siempre ha sostenido que es parte de su misión aliviar el dolor y consolar a los que sufren. Comprende también que el padecimiento juega un rol positivo en la vida espiritual del creyente. La carta a los Hebreos nos enseña que Cristo mismo fue perfeccionado por medio del sufrimiento (2:10; 5:8-9). Esto da significado al padecimiento y fuerza a los que sufren.

Finalmente observamos que la eutanasia no es una decisión privada. El movimiento para legalizar la separación entre la moralidad privada y la pública yerra en esto. El quitar la vida humana jamás es un asunto privado.

3. El paciente que desea suicidarse con la asistencia de un médico, a menudo no está en condición de tomar una decisión tan drástica. La determinación de recurrir al suicidio asistido, tomada por el paciente, o al medio piadoso o a los familiares, en numerosos casos se adopta en un momento de depresión aguda y no de tranquilidad absoluta. Algunos estudiosos respecto de suicidios frustrados avalan esta tesis. Por ejemplo, el Departamento Sanitario del Ayuntamiento de Zurich ha presentado investigaciones según las cuales entre el 85% y el 95% de los suicidas frustrados (de todas las edades) salvados en el último momento se sintieron muy contentos por haber permanecido con vida.

También muchos opositores a la legalización de “la muerte piadosa”, afirma el Papa Juan Pablo II, sostienen que en ocasiones, los pronósticos vitales irreversibles no son tan vitales ni tan irreversibles. Se ha dado el caso de que un paciente agónico terminal se recuperó y vivió más que el médico que pensó practicarle la eutanasia.

4. Si la ley permitiera el suicidio asistido a pacientes terminales pero competentes mentalmente, pronto daría el mismo derecho a los que no tienen esta capacidad. Sería un corto paso entre entregar permiso para eutanasia a tales personas y otorgar esta autoridad a terceros que actuarían según su “propio criterio”. El Papa declara: “Connotación de gravedad especial va unido al suicidio asistido, como asimismo el homicidio perpetrado con alguien inocente que es sorprendido sin que lo quiera o lo consienta”. Se llega al colmo del arbitrio y de la injusticia cuando médicos o legisladores se arrogan el derecho y el poder de decidir sobre quién debe vivir o quien de morir”.

Jesús da Cunha, pastor y profesor evangélico observa:

La mayoría de los oponentes a legalizar la “muerte dulce” están convencidos que de prosperar el proyecto, se desatará una gran ola de excesos incontrolables. Se empezará acelerando la muerte al paciente terminal. Luego se seguirá aplicándolo a minusválidos, los deficientes mentales, los que padecen mongolismo y quien sabe a cuántos más” (“Derecho a vivir, Derecho a morir” en Conozca, cuatro trimestre, 1999, p. 2).

La Postura Cristiana

¿Cuál debe ser la posición del seguidor de Jesucristo en referencia a la eutanasia activa? El sexto mandamiento declara, sin pelos en la lengua: “No matarás”. Puesto que el Señor es el autor de la vida, y que la vida es sagrada, el hombre no tiene el derecho de quitársela, ni siquiera si ella es la suya. Así que la eutanasia asistida consiste tanto en el suicidio como el homicidio.


Conclusión

Tanto la ley de Dios como los principios éticos no religiosos indican claramente que la eutanasia activa, sea voluntaria o involuntaria, es reprochable. El alto valor de la vida, la finalidad de la muerte, la posibilidad de errores diagnósticos, el posible peligro de abuso y la perspectiva bíblica de que el padecimiento no es necesariamente un mal sino puede tener un efecto purificador y espiritual —todas son razones convincentes para rechazar rotundamente “la muerte tranquila”.

Concluimos que una muerte digna encuentra respuesta, no en la legalización de la eutanasia, sino en tener más fe en Dios, y el esforzarse en el desarrollo de la ciencia y difusión de cuidados paliativos, tratando de eliminar el sufrimiento y no al ser humano que sufre.

(Muchos de los pensamientos de este artículo fueron encontrados en Jesús da Cunha M., “Derecho a Vivir, Derecho a Morir” en la revista Conozca, cuatro trimestre, 1999; Millard Erickson, “Euthanasia” en Evangelical Dictionary of Theology (Walter A. Elwell, ed.). Baker Book House, Grand Rapids, MI, 1984, p. 377-379; Peter J. Bernardi, “Is death a right?” en la revista Christianity Today, May 20, 1996, p. 29-30.

No hay comentarios.: