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XX Convención Juvenil

sábado, mayo 13, 2006

El mal y el sufrimiento... ¿De quién es la culpa?



Hace un tiempo atrás, me encontraba en mí trabajo y me puse a conversar con uno de mis compañeros. Este me decía que en cierto aspecto, se consideraba ateo ya que: “A mí no me cabe en la cabeza el concepto de un Dios tan bueno, que permita que haya pabellones llenos de niños enfermos. Si Dios realmente existe y, es tan bueno ¿por qué permite eso?”.

Mi compañero lanzó la pregunta que, en más de una ocasión, nos hemos hecho todos los seres humanos en cuanto a la existencia del mal y el sufrimiento. Si nosotros no carecemos de imparcialidad, pareciera que al principio estas personas tuvieran razón. Es gente que por algún motivo o circunstancia ha experimentado el sufrimiento. Pero la misma imparcialidad nos llevará, en definitiva, a pensar que no se tiene la razón en cuanto a un concepto de un Dios pasivo, que es indiferente al sufrimiento humano.

Otros dirán, pero que pasa con las guerras mundiales, con las guerras civiles, con las hambrunas, con las enfermedades, con las esclavitudes que se han sufrido. Existe tanto sufrimiento, tanta maldad, tanta corrupción, que si Dios, el Todopoderoso, realmente existe, debería introducir su mano en el curso de la historia y no ser tan indiferente.

Luego de este planteamiento, nacen las interrogantes: ¿Realmente es culpa de Dios? Si lo es, ¿por qué lo permite? Si no lo es ¿por qué no lo detiene y quiénes son los culpables?

Vamos al caso de las guerras mundiales, o territoriales, las que, en su gran mayoría, nacen de un concepto chovinista (nacionalista-exclusivista-excluyente). Con esto, no señalo que el nacionalismo sea malo, lo que es malo es el fanatismo irracional, lo que en definitiva es lo que produce los conflictos con otros países y/o pueblos. Tenemos el caso de Adolf Hitler y Benito Mussolini, en la segunda guerra mundial, en la cual, ellos exaltaban la superioridad y perfección de la raza aria a través del fascismo y del nacionalsocialismo. Esto produjo la destrucción de gran parte de Europa, la devastación producida por el lanzamiento de bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki y, la matanza de millones de judíos, gitanos, de otras nacionalidades y todo lo que en sus perspectivas era “imperfecto” (sordos, ciegos, cojos, homosexuales, entre otros). ¿Es culpa de Dios o de los hombres?

Tenemos ante nosotros, las guerras producidas por las revoluciones llevadas a cabo con fines político-económicos. También, los golpes de Estado realizados por fuerzas militares. Los posteriores efectos, de ambos fenómenos, ha sido, indefectiblemente, la matanza de miles de personas, por el sólo hecho de conseguir la entre comillas “libertad”. En ese “espíritu libertario”, se asesina gente por el sólo hecho de que no piensan de la misma manera de quienes han conseguido el poder por la fuerza. ¿Es culpa de Dios o de los hombres?

Tenemos ante nosotros las guerras civiles, que en su gran mayoría se producen en países independientes de dominios foráneos, pero que nunca se han consolidado, o, por la disconformidad de la clase dominante (la “alta” en la mayoría de las ocasiones) ante el triunfo de los sectores populares (es el caso chileno en 1828 y el de la Guerra Civil Española en la década del 30, entre otras). ¿Es culpa de Dios o de los hombres?

Tenemos ante nosotros el hambre que se ha producido en muchos países o lugares del mundo y, también la pobreza que podemos ver reflejada a la perfección en muchos países latinoamericanos. ¿Qué lo produce? Las economías capitalistas, en las cuales un pequeño porcentaje de las personas maneja la riqueza del país y la gran mayoría es gente, que involuntariamente, se tiene que someter a la aristocracia del país. Con esto, no propongo otros sistemas económicos, ni la economía social de mercado, ni el centralmente planificado de los países marxistas, ya que, todos, a la larga, han sucumbido en la miseria y en la injusticia debido a la mala práctica de esas políticas y, en el peor de los casos, a manos inescrupulosas que se satisfacen en tomar lo ajeno. ¿Es culpa de Dios o de los hombres?

Tenemos las enfermedades que se han producido, tanto por los excesos de alcohol, la drogadicción, la fármaco- dependencia, ciertos alimentos, el exceso de las grasas, de ciertos condimentos, la contaminación ambiental y del mal uso y abuso de los productos químicos y atómicos. ¿De quién es la culpa? Naturalmente, de los hombres que no han sabido valorar, cuidar y preservar la creación divina.

Los delitos, llámense robos, asesinatos, abusos sexuales, violaciones a los Derechos Humanos y los crímenes de lesa humanidad (asesinatos, genocidios, torturas, desaparición forzada, entre otras, forman parte de estos crímenes contra la humanidad. Estos crímenes por acuerdo universal, son imprescriptibles e inamnistiables. Todo Estado tiene el deber de juzgar estos crímenes), los cuales son trágicas muestras de la corrupción humana. Estos delitos hieren no solo los cuerpos sino también los sentimientos de las víctimas, de sus familiares y, por qué no decirlo de gran parte de la sociedad. ¿Pero ese sufrimiento es culpa de Dios o de los hombres? Naturalmente, de aquellos que no han sabido valorar el precio y la dignidad de la vida, creación máxima de Dios.

Esa es la libertad tan proclamada, es la democracia tan exaltada y amada. Es la libertad predicada por políticos y apolíticos, presos y libres, pobres y ricos, negros y blancos, derechistas, de centro, izquierdistas y anarquistas. Es la libertad que tanto anhelamos. Es el don máximo que Dios nos ha otorgado. Odiaríamos a Dios si influyera en nuestras decisiones o en nuestra manera de pensar. Aunque viviéramos en un mundo donde la paz y la armonía fluyeran y abundara por todos sus rincones, de igual forma le odiaríamos. Si fuera así, seríamos simples robots, autómatas. Pero Dios no nos creó de esa manera. Uno de los dones más preciosos que ha entregado a los hombres es la libertad. Es Dios quien hizo elegir al hombre entre el amor y el odio, entre la unidad y la división. Pero los hombres han elegido la guerra, el odio y la división, lo que ha conducido a la humanidad por la vía de la autodestrucción y de la corrupción.

Dios no tiene la culpa de los males que hemos sufrido y no interfiere en los problemas, que nos afectan tanto a nosotros como a la sociedad, porque nos ha dado libertad para pensar, decidir y actuar.

Ante estos males los creyentes debemos recurrir a la fe para aceptar los designios de Dios planeados en Su Providencia y santa voluntad, sabiendo lo siguiente: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse… Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:18,28).

Mantengamos la esperanza de vivir en un mundo mejor donde habitará la paz, la armonía y el amor, algo que ningún político, gobernante ni “libertador” ha logrado, ni logrará, pero que sí conseguirá el Gran Libertador, El Rey de reyes y Señor de señores, Jesucristo, y su gobierno de paz y real verdad se extenderá por toda la eternidad. Qué así sea.


Hno. Rodrigo Pino Moyano.

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