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XX Convención Juvenil

viernes, noviembre 10, 2006

La Nueva Era en la teología Evangélica




Por David Miranda Salas.

El pueblo que conoce a su Señor y su palabra no se dejará engañar.

TAN GRANDE HA sido el crecimiento de la Nueva Era que en el año 1989 Walter Martín estimó que alrededor de sesenta millones de adeptos había en el mundo. Y eso que durante la década de los cincuenta hasta mediados de los sesenta dicho movimiento permaneció en cierta medida oculto a la luz pública de nuestro continente.


El impacto nuevaeriano se ha dejado sentir en diferentes esferas, tales como: salud, alimentación, psicoterapia, parapsicología, ecología, lucha antinuclear, protección de animales, feminismo, educación, música, arte, arquitectura, urbanismo, política, economía, derechos humanos. Lamentablemente esta influencia también ha llegado a la iglesia.


La llamada “Teología de proceso”, propuesta en círculos liberales tanto de protestantes como de católicos, tiene muchas afinidades con el pensamiento de la Nueva Era. Entre los católicos un movimiento conocido como “la espiritualidad de la creación”, desarrollado por el sacerdote dominico Mateo Fox, muestra una especie de unión entre la filosofía de la Nueva Era y el catolicismo tradicional. Incluso entre católicos y protestantes de ideas liberales se han aceptado las nociones de la meditación y el yoga, lo cual abre la puerta a la Nueva Era. Algunos estudiosos llegan a ver una relación entre la llamada confesión positiva y el pensamiento nuevaeriano.


Sin duda alguna la Nueva Era ejerce influencia en la iglesia. Si no estamos preparados, en el futuro puede haber una entrada de tales ideas en nuestras iglesias conservadoras. Ningún creyente está inmune ante la amenaza nuevaeriana ya que algunos pensadores de esta filosofía se consideran cristianos y utilizan a veces un lenguaje que tiene un tinte bíblico.
Por eso nos es extremadamente necesario considerar algunas doctrinas nuevaerianas a la luz de la teología evangélica.


1. Dios


Los seguidores de este movimiento conciben a Dios como un campo de energía impersonal, el cual sólo posee estructura real y personal a través de la suma de sus partes. En otras palabras, aceptan el panteísmo monístico. Creen que Dios es todo y todo es Dios. Ellos describen a Dios como “conciencia universal”, “vida universal” o “energía universal”. Esta concepción del ser supremo sin duda no es ni nueva ni mucho menos bíblica. Tiene sus bases en el hinduismo.
Para los evangélicos, el Dios de la Biblia es un ser personal, individual, con autoconciencia y voluntad, capaz de tener sentimientos de amor y de relacionarse recíprocamente con otros seres sociales. Las Escrituras enfatizan el hecho de que Dios está tanto dentro del universo (inmanente) como por encima de él (transcendente). Tiene identidad y esencia distinta a su creación. Él es creador de todo a excepción del mal.


2. El Cristo


Los nuevaeristas hablan de Cristo, pero para ellos el vocablo “Cristo” se refiere a un “espíritu universal” o a una “fuerza cósmica”, Elliot Miller señala que este término se utiliza para identificar un principio divino que se encuentra en todo hombre. David Spangler explica lo que para ellos es el Cristo: Dentro de toda vida existe una cualidad, una energía, la cual se caracteriza como un crecimiento y expresión irresistible e inevitable de divinidad... El Cristo es la fuerza evolucionista fundamental de la creación.


Respecto de Jesús, ellos dicen que fue un gran hombre, un yogi, un avatar, una persona que ha progresado en sus reencarnaciones de modo que ya no necesita continuar reencarnándose. El Jesús de la Nueva Era vino a ser el Cristo sólo después de purificarse a sí mismo del karma malo a través de sucesivas reencarnaciones. Por supuesto ellos niegan que Jesús sea el exclusivo Hijo de Dios y el sacrificio por los pecados de la raza humana. Argumentan que la única diferencia entre Jesús y los demás hombres radica en que él tenía una alta conciencia de su divinidad, algo de lo que carecen la mayoría de los hombres.


Los nuevaerianos hablan de la segunda venida de Cristo. Pero dicho asunto no tiene que ver con la parousia neotestamentaria. Ellos dicen que tal evento se refiere a la manifestación del Gran Maitreya, quien es cabeza de la jerarquía de seres divinos y maestros.


3. El hombre


Los teóricos de la Nueva Era afirman que el hombre es capaz de progresar hasta lograr la divinidad. Shirley McClaine, una de las sacerdotisas principales del movimiento, dice con convicción: “Cada alma es su propio Dios. Tú nunca debes adorar a nadie más que a tu identidad porque tú eres Dios. Amar tu identidad es amar a Dios”.


Los nuevaeristas señalan que la verdad y la luz se encuentran en el propio interior de cada individuo. Cuando el hombre se logra dar cuenta de este hecho, llega a adquirir conciencia de su divinidad. Los seres humanos son una modalidad o una expresión de Dios, el cual es un principio, una conciencia, una fuerza vital. Por ello es que Shirley McClaine públicamente en la playa de Malibú afirmó: “Yo soy Dios.”


Para el creyente quien basa su antropología en las Sagradas Escrituras, el hombre es creación de Dios y en manera alguna debe ser confundido con el Creador.


4. El pecado


Los nuevaerianos explican de una manera muy particular la caída del hombre. Ken Wilber, uno de los forjadores del pensamiento nuevaeriano, dice:


La caída fue un avance evolucionario y un perfecto desarrollo, pero fue experimentado como caída porque necesariamente produjo un aumento de culpa, vulnerabilidad y conocimiento de mortalidad y finitud.


Para ellos el hombre no es pecador. Se apoyan en la presuposición de la psicología humanista de que los seres humanos tienen una inclinación natural hacia la bondad y el desarrollo. La manera en que los nuevaerianos acaban con el mal es eliminando cualquier cosa finita, porque la experiencia finita es en sí el único mal. Otros de sus estudiosos señalan que la curación del mal es la educación.


Para la teología evangélica el pecado es una realidad innegable del cual pruebas experienciales sobran. La exclusiva solución para este mal es la obra expiatoria del Señor Jesucristo.


5. La salvación


Para los nuevaerianos la salvación viene a través de una evolución espiritual del karma mediante una larga sucesión de reencarnaciones. El karma es una ley de los actos, impersonales, que administra a cada persona la retribución debida por sus actos, asignándole en su próxima reencarnación un estado social, más bajo o más alto.


De manera que es acertado señalar que el criterio nuevaeriano acerca de la salvación es un asunto de obras.


Por el contrario el cristianismo pone el énfasis sobre la muerte redentora de Jesucristo como la base de la salvación del creyente. Las obras buenas son solamente la consecuencia de un corazón regenerado.


6. Estado final


¿Hasta cuándo duran las reencarnaciones? ¿Cuándo se llega al estado final? Algunos nuevaeristas creen que cuando una persona acumula suficiente karma positivo, su alma llega a unirse en una unión cósmica con el todo. Otros afirman que la persona es absorbida en el éter cómico; es decir, llega al nirvana. Algunos incluso piensan que el nirvana es la extinción eterna. La mosha es la meta final de la vida. Consiste en la liberación de esta rueda de reencarnaciones de tal manera que ya la persona no se siente más envuelta en una existencia personal, sino que es uno con la realidad última. Como podemos ver, los nuevaerianos no creen ni en la existencia del cielo, al menos no como lo entiende el cristianismo bíblico. Tampoco aceptan la idea del infierno.


La Nueva Era es una expresión occidental del hinduismo. El movimiento incorpora e integra la cosmovisión de la astrología, la necromancia, el espiritismo, la teosofía de Madame Blavatsky y la alquimia. A todo esto se le añade un lenguaje religioso y entonces la obra queda acabada.


Sus creencias recalcan más la experiencia mística que un sistema de doctrina bien estructurado. Es necesario reconocer que su cosmovisión y sus implicaciones difieren de un grupo a otro dentro de las filas diversificadas y eclécticas del movimiento nuevaeriano. Todo esto lo transforma en doblemente peligroso. Sin embargo el pueblo que conoce a su Señor y su palabra no se dejará engañar.


Tomado de la Revista Conozca. http://www.conozca.org/

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