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XX Convención Juvenil

miércoles, mayo 24, 2006

A 40 años del nacimiento de nuestra Iglesia.

No deseo comenzar estas palabras, sin citar al amado apóstol Pablo, diciendo a la Iglesia de Filipos: “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).

Qué motivo más gozoso es el que nos congrega. 40 años, son palabras mayores. El día 19 de Mayo de 1966 marca un hito importante en nuestra historia. Se funda en la comuna de Puente Alto, teniendo como gran causante de ello un gran movimiento espiritual, la Iglesia Pentecostal Naciente. Ustedes, queridos ancianos nos han impregnado de la visión y anhelos de estos valerosos hombres y mujeres, cimientos y columnas de nuestra Iglesia. Fruto de ese tremendo trabajo, fue la cosecha de Iglesias en casi todo el territorio nacional, se traspasó la frontera a Argentina, Uruguay y Brasil, y actualmente a Bolivia. Pero lo más importante, muchas almas salvadas que llevaron el mensaje del evangelio con valentía, fe y pasión a todos los lugares donde fueran enviados. No podríamos terminar nunca de enumerar a aquellos valientes hombres y mujeres de Dios, que aún siendo muchos de ellos analfabetos, o sin haber terminado toda su educación, o con grandes limitaciones económicas, levantaron templos y recorrieron largas vías, inclusive a pie, para llevar la predicación. Estos muros son los testigos mudos de la fe de hombres y mujeres valerosos que lucharon hasta el final, sembrando con lágrimas lo que hoy cosechamos con gozo. Dice la palabra de Dios: “Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Apocalipsis 14:13).

Llevamos como Misión cuarenta años de existencia. Hemos tenido bastantes logros. Aparte de los ya nombrados, podemos decir que, poseemos medios de comunicación internos como las Revistas Manantial Naciente (Órgano Oficial) y Despertar Juvenil. Tenemos grandes asociaciones como lo son el Departamento de Dorcas y el Departamento Juvenil que reúnen a la presencia femenina y juvenil de nuestras iglesias. Estos muros son los testigos mudos de la fe de hombres y mujeres valerosos que lucharon hasta el final, sembrando con lágrimas lo que hoy cosechamos con gozo.

Pero, también, debemos echar una mirada hacia afuera. Veamos lo que sucede en el mundo. Depravación, inmoralidad, drogadicción, alcoholismo, violencia. Pero no sólo eso, hay muchos que están cómodamente sentados en un pomposo sillón de su lujosa casa del barrio alto que no han sido alcanzados por el evangelio de Cristo. Muchos, que viven en condiciones de degradación humana, y que no sólo requieren de la oración, sino que ardientemente necesitan de nuestra acción. Para que hablar de los miles de estudiantes universitarios que no aceptan la realidad del evangelio. Satanás se ha ido perfeccionando en sus tácticas para atrapar al mundo. Y ¿qué hacemos nosotros? ¿Qué haremos para alcanzar a los más de 200.000 sordomudos que hay en el país? ¿Qué haremos para alcanzar a los miles de analfabetos que hay en nuestro país? ¿Qué haremos para evangelizar a las etnias que hay en nuestro país? ¿Qué haremos para que se revierta la crítica y alarmante estadística de que de cada 10 niños de la iglesia sólo 1 permanece en su juventud? Es lindo cantar coros, es lindo hacer clases bíblicas, es lindo poder participar de convivencias con los hermanos. No lo debemos dejar de hacer. Pero nuestra labor fundamental, por la cual nacimos como Iglesia, es impregnar el mundo con el mensaje de Cristo. ¿Sabía usted que Chile es el país más evangelizado de Latinoamérica, pero que es el que menos aporta con presencia misionera? Debemos ser sal para la tierra y luz para el mundo.

Pero, para poder realizar todo esto, “nuestro dogma tiene que experimentar una reforma drástica, similar a la que generó Lutero. No hablo de una postura de transgresión gratuita que hiere sensibilidades, sino una reforma basada en principios bíblicos y calibrados con el corazón del Señor: Las almas perdidas… La reforma no tiene que ver necesariamente con un show o un programa de radio o televisión innovador, sino con un cambio drástico de nuestra manera de pensar. Tenemos que cambiar los odres para que el vino nuevo pueda hacer habitáculo en nuestro interior” (Dante Gebel. El Código del Campeón. Editorial Vida, pp. 132, 136).

¿Qué haremos es la pregunta? Como Presidente del Departamento Juvenil, y hablando de nuestra juventud (digo nuestra, porque hablo desde el interior de ella), Tengo dos formas de mirar nuestro presente. Una es una mirada optimista. Veo que el Señor se está moviendo poderosamente en la juventud. El Señor ha restaurado, ha levantado jóvenes y ha ocupado ha la juventud como instrumentos de honra. Creo que hay un despertar… vivimos los principios de un Avivamiento. Además, me encanta ver la unidad con la que estamos trabajando. Antes nos veíamos y no nos saludábamos con los jóvenes de otras Iglesias. Hoy compartimos todo. Eso es una gran bendición del Señor. Pero la mirada realista, tiene que ver con el futuro. ¿Qué va a pasar después? No nos podemos conformar con esto. Debemos plantearnos nuevos propósitos y finalidades, para no quedar marcando el paso. Dije que estábamos viviendo el principio de un Avivamiento, ahora debemos trabajar para que ese avivamiento no pase al recuerdo como hermosos cultos o eventos, en los cuales la gloria del Señor se manifieste. Es hora que la juventud de un salto cualitativo, y que con el poder de Dios llenemos y “trastornemos” al mundo con el mensaje de Cristo.

Pero nada de esto será posible, sino contamos con el apoyo del Pastorado y de la Iglesia toda. Quiero decirles, con mucho respeto, que tengo muy claro, que poco a poco nos estamos ganando la confianza de ustedes. Pero yo les quiero pedir dos favores. El primero, es a no pensar en los errores del ayer. Tenemos una nueva generación, que no merece que constantemente se le recuerden errores del pasado. Errores que no cometieron. El segundo favor, es un llamado a la comprensión. Quienes me conocen, saben que amo la justicia, que no es mí afán justificar lo injustificable. Pero no hay que olvidarse, que el Departamento lo componemos jóvenes. Con limitaciones, con errores, con falencias. No hay que ver nuestros problemas con ojos grandes, problemas que a las personas mayores parecen pequeños, son como una montaña tremenda para nosotros. Vasta echar una vista al mundo y ver la realidad: drogas, tasas de suicidio en aumento, depresión, stress, anorexia, y en la casa del Señor hay jóvenes, jóvenes felices. Luego de esos favores, quiero que nuestros Pastores tengan la ferviente convicción de que nuestro trabajo es para apoyarles. Somos un solo Cuerpo, y juntos con la ayuda del Señor debemos avanzar.

Anhelo no irme del Departamento, sin antes haber visto un cambio generacional en todo orden de cosas. Desde el Directorio en adelante. Anhelo que nuestro Departamento crezca. Me encantaría que fuéramos, de aquí a dos años, entre 500 a 1000 jóvenes para la gloria del Señor. Eso significaría que todas las Iglesias debieran crecer en su membresía y representación juvenil. Me encantaría ver que la juventud da un salto cualitativo, y que se sienta motivada a trabajar por la obra con lo que el Señor les ha dado. Un sueño material que tengo, es que llegue el día en que tengamos nuestra oficina con sala de reuniones, de clases, oficinas de secretaría y otras. Un lugar estable para tener nuestros recursos futuros, computadores, data show, fotocopiadora, etc. Pero por sobre todo, anhelo ver con todo mí corazón a una juventud humillada ante la presencia del Señor, a una juventud que entienda que no es el futuro, sino el presente con Jesucristo. A una juventud que avanza de gloria en gloria, triunfante al Reino de los Cielos.

Pero el Departamento Juvenil, es sólo una parte de nuestra Iglesia. Nada más y nada menos que eso. Personalmente, quiero decirles que yo he crecido en esta Iglesia. Llegué a los doce años, hoy tengo 24 (qué viejos nos ponemos, cierto). Aquí he pasado mis mayores alegrías y penas. Amo a la Iglesia Pentecostal Naciente. Me encanta mí Iglesia. Mi anhelo profundo para la Misión es que crezca, no sólo en número o infraestructura. Que crezca en unidad. De repente veo que nos preocupamos mucho de nosotros y sólo de nosotros. Debemos aprender a mirar no sólo con la perspectiva de Iglesia Local, también debemos mirar como Misión. Esa mirada nos va a permitir crecer y prosperar en toda orden de cosas. Desde Arica a San José de la Mariquina, chilenos, argentinos y bolivianos, todos pertenecemos a una Misión. Por ello debemos crecer en la solidaridad, y ayudar a los nuevos Pastores y Encargados de Obras en su trabajo. Por ejemplo, ninguno de mis abuelos, llegó a la Universidad. Con suerte, algunos, terminaron sus estudios. Pero, siento que ellos se esforzaron por darles mejores perspectivas de vida a mis padres y tíos. Si yo, y mis hermanos, podemos alcanzar, con muchas “apretadas de cinturón”, la Universidad, es porque mis padres se están esforzando por darnos una mejor perspectiva de vida que la que ellos tuvieron, y las que sus padres les dieron. Eso me motiva a mí, para que el día en que yo tenga a mis hijos, les dé una mejor situación que la que me dieron mis padres y que la que yo pueda alcanzar. Esto no es decir, que lo que hicieron nuestros antepasados haya estado mal. Muy por el contrario. Fue sólo lo que pudieron hacer. Lo mismo ha sucedido con la Iglesia. Muchos Pastores han sufrido la terrible experiencia de dejarlo o perder todo, para comenzar desde cero, no sólo sus vidas, sino también sus ministerios. ¿Para qué repetir ese sufrimiento en los que comienzan sus labores? Hoy la Iglesia, puede y debe crecer, extenderse en nuestro país y el extranjero. Pero eso será posible sólo cuando nuestros esfuerzos sean mancomunados. Cuando exoneremos de nosotros toda falsa superioridad, orgullo y rencores añejos. Sólo cuando no miremos nuestros propios intereses individuales creceremos, seremos triunfantes. No permitamos que las moscas muertas hagan heder el perfume del buen perfumista. El Predicador del Eclesiastés señala: “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante… Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto” (Eclesiastés 4:9, 10,11).

Para lograr esa unidad debemos humillarnos. Para permanecer en esa unidad, debemos ver en nuestros hermanos a personas superiores a nosotros mismos. La Palabra de Dios nos dice: “Humillaos delante del Señor, y él os exaltará” (Santiago 4:10).

¿Hemos avanzado? Claro que sí. Pero nuestra historia, (y vuelvo a decir nuestra) de un tiempo a esta parte, después de haber sido grandes y victoriosos, se ha convertido en la “Crónica de una terrible y triste decadencia”. Pero estamos aún a tiempo de que no se convierta en la “Crónica de una muerte anunciada”.

El mensaje, es tan antiguo, pero tan fresco como el agua que emana de las vertientes de nuestra cordillera. Es el mensaje profético por excelencia, dado por Dios a través de sus siervos: “Buscadme y viviréis”.

Como Iglesia Pentecostal Naciente deseamos cumplir muchos años más. Pero para ello, debemos entender que, Dios hoy más que nunca necesita obreros preparados para toda buena obra. Atletas que corran sin desmayar hasta llegar a la meta. Soldados que estén de pie en la primera línea de batalla.

Hoy, hoy, debemos humillarnos ante la presencia de Dios. Jehová le dijo a Salomón que “si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7:14).

Sólo así se cumplirán profecías tales como: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días” (Joel 2:28,29). “La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los ejércitos” (Hageo 2:9).

Tenemos esta dura tarea por delante, en un mundo sumido en la miseria moral, en la indiferencia, en el materialismo, en el individualismo. Vivimos en un mundo que poco a poco se ha ido olvidando del Creador. Pero ahí estamos nosotros. Como la sal que preserva y sazona y la luz que alumbra, debemos entregar con fe, decisión y valentía el mensaje verdadero por excelencia el de Cristo.

Pero no sólo es una dura tarea, sino también una tarea gozosa. Nos produce y producirá gozo al ver las vidas rendirse a los pies de Cristo y, con mayor razón, es gozosa para Cristo que ve como su obra expiatoria, consumada en la cruz del Calvario, es la única solución para el hombre.

Solos no lo lograremos. Pero tenemos la ayuda de aquel que hace dos mil años atrás dijera a sus discípulos cuando los comisionó: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (San Mateo 28:20b). Y estas palabras se cumplirán porque ellas son fieles y verdaderas, son espíritu y son vida, y a diferencia de las obras humanas, que pasan al olvido, estas palabras permanecen para siempre. Tenemos a un Dios Todopoderoso, Grande e Inefable que nos dará la victoria si le dejamos actuar. Sólo así creceremos como Iglesia. Sólo así conoceremos lo que es en realidad el éxito. Qué así sea.




Luis Pino Moyano
Presidente del Departamento Juvenil

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